Crónica Costa Ecuador: 2 semanas de encuentros interesantes!
CRONICA
COSTA ECUADOR
Paseamos por el Malecón 2.000, una costanera
de varios kilómetros, muy concurrida en las tardes. Parques, juegos infantiles,
museos gratuitos con interesantes cerámicas pre-colombinas, una noria en
construcción y mucho más. Todo ello vallado y con seguridad privada cada pocos
metros, un concepto un poco raro.
Nos habíamos quedado en Máncora,
al norte del Perú, descansando en un hotel barato con piscina hasta que las
Fiestas Patrias nos hicieron huir buscando costas más tranquilas en Ecuador.
Pusimos rumbo a Guayaquil,
atravesando en bus kilómetros de extensos cultivos de plátano y cacao (y avionetas
fumigando los campos), estanques llenos de langostinos y camarones. Todo ello,
calidad “export”.
Guayaquil es el motor económico
de Ecuador, debido a su industria y puerto. La ciudad parece no acabar. Calor
tropical garantizado, al borde del río Guayas y sus muchos brazos de color
chocolate denso, a un paso del ecuador geográfico. Gentes bien diferentes de
las de la Sierra,
más relajadas y alegres, con el cálido ambiente costeño!
La ciudad conserva por el centro
algunos edificios coloniales del siglo pasado y unas pocas casas coloridas de
madera en el barrio de las Peñas.
Guayaquil está buscando ser un
destino turístico. Es junto con Quito, la puerta de acceso a las famosas islas
Galápagos.
La alcaldía ha lanzado desde el
2.000 varios proyectos de mejora en la ciudad. Bajo un alcalde, hijo de
catalanes y libaneses, con ganas de protagonismo perpetuo, que no ha parado desde
que llegó en ese año al poder y 16 años después ahí sigue.
Por cierto que a las Galápagos
nos quedamos sin ir. No son destino mochilero. Haciendo cuentas, sólo con lo
básico, se necesitan al menos 700$ por persona para pasar allá una semana. Y
eso es lo que gastamos habitualmente en un mes completo para las dos. Otra vez
será!
Por suerte, en Guayaquil y
gratis, pudimos ver de cerca 5 tortugas de Galápagos en los jardines de una
universidad e ir a la Plaza
de las Iguanas, donde hay cientos. Algo es algo!
Subimos al cerro Santa Ana, hasta
un faro y una iglesita. Disfrutamos de las vistas de los ríos y la ciudad, el
aeropuerto y la terminal de buses “galácticos”. Vimos muchos barrios miserables
en los cerros y una isla-jardín en medio del río con casas tipo Beverly Hills. Son
los contrastes de Latino-América!
Desde la colina y el barrio que han
reurbanizado y repintado para los turistas, lleno de vigilantes en cada esquina
y con calles valladas (hasta ahí llegó la pintura!).
Muchas de estas cosas sobre
Guayaquil nos las fue contando Luís, que nos acompañó a pasear por su ciudad.
Nuestro lindo host de Couchsurfing.
Tomamos un bus para alcanzar en
un par de horas la costa del Pacífico.
Llegamos a Salinas, la playa más
urbanizada de Ecuador, con grandes edificios y torres en el frente marítimo. Es
de las pocas bahías tranquilas para el baño, con motos de agua, “banana-boats”,
sombrillas, música nocturna y demás parafernalia playera. Muy frecuentada por
familias y expatriados. Una playa más y un lugar más, sin mucho encanto la
verdad.
¿Motivo de ir a Salinas? Hacer una
experiencia “Workaway” de voluntariado en un hotel frente a la playa.
Sí, probamos suerte por la costa
de Ecuador, cuestión de pasar unas semanas junto al mar de forma diferente. Lo
malo es que en América Latina en estos websites prácticamente sólo hay hoteles,
muchos de ellos con dueños extranjeros. A menudo confunden labores de ayudantes
y empleados. Encima no dan gran cosa a cambio de tu trabajo de medio día:
muchos sólo ofrecen un sitio para poner TU carpa, acampar y ya, o una cama en
un dormitorio compartido, y como mucho el desayuno. Eso sí, todo siempre muy
bohemio, rústico, ecológico, buena onda y demás, para que ayudes en su
magnifico proyecto.
Pero bueno, había que probar! Y
corroborar que sólo puede resultar de algún interés si debes mejorar tu nivel
de español (y en cada país latino visitado vamos ampliando vocabulario
hispano). ¿O será que estamos viejas para aceptar cualquier cosa?
La verdad es que pensábamos
quedarnos un par de meses por la costa de Ecuador de ayudantes y llegar a
Colombia para pasar la Navidad. Pero
el rumbo de los acontecimientos hizo que cambiáramos de decisión.
Antes que nada, la costa norte de
Ecuador sufrió un devastador terremoto en Abril de este año y desde entonces la
tierra ha seguido rugiendo. Por una de esas fuertes réplicas el hotel donde nos
íbamos a quedar en Puerto López por 3 semanas de agosto nos avisó que cancelaba
nuestra ayuda.
Así es que finalmente dejamos de
lado varias invitaciones pendientes (algunos también nos cancelaron al
preguntar simplemente por las condiciones o por si disponíamos de habitación
privada). Vamos, sólo en Salinas probaríamos experiencia.
Nos habíamos comprometido con el
Chescos Hostel por 2 semanas y finalmente duramos sólo 3 días. Qué suerte!
Era una antigua casa frente a la
playa en la ruidosa costanera, reconvertida en hotel de 10 habitaciones por
gente local de Ecuador. Algo caro (para este país) a más de 35 $ la habitación
doble. Bastante “cutre”, con obras de ampliación y reconversión en marcha pero todo
bien maquillado bajo el concepto “hostel” o “backpackers”, con uso de cocina,
sala de TV, hamaca, terraza y ambiente “cool”. Y sobre todo mucha publicidad en
Internet, mucha reserva online. Una alemana les organizó todo desde los inicios
(2 años atrás), también el trabajo con los voluntarios, con fichas y
protocolos.
Así comenzamos a repasar las
tareas asignadas. Manejar la recepción, los programas de reservas, imprimir el
check-in y check out diario, atender el teléfono y los WhatsApps, contestar
emails, anotar la contabilidad y hacer caja, recibir y despedir a los clientes,
cobrarles. Bueno, y también chequear la cocina, limpiar el baño común,
comprobar las habitaciones. Vaya rollo! Encima en turnos separados de 14:00 a
19:00 y otro hasta las 0:00.
Las 2 semanas se iban a hacer
largas! Menos mal eran 5 días a la semana, nos pagaban los desayunos y por lo
menos teníamos habitación privada con baño (un zulo sin luz detrás de la cocina,
al son de la música nocturna de la costanera). Muchas horas de aburrimiento y
demasiadas tareas con responsabilidad en la marcha de un hotel.
Y si queríamos ganarnos un dinero
en el Chescos, era posible vendiendo cócteles y preparando desayunos, a 3.5$,
pero nos encargábamos de comprar y preparar todo.
La suerte nos acompaña y todo se
da en la vida: NO pasamos de nuestro primer día de trabajo. Sí! Fue cuando
Ronald, la persona encargada del Chescos que se pasaba casi 24 horas por el
hotel (esperamos que al menos le paguen bien!) nos mencionó el turno de noche.
“¿Turno de noche? Terminamos a la medianoche. – No, hay que estar pendiente con
el celular por si entra una reserva en medio de la noche y bajar a abrir si
alguien llega bien tarde o llaman a la puerta en la noche. - ¿Cómo? Pero eso no
es lo acordado, nosotras ya cumplimos horario de 5 horas. Las noches son para
desconectar y descansar. – Bueno, es como un favor. Casi nunca pasa nada en la
noche. - ¿Favor? ¿Y la responsabilidad, eso de bajar a abrir a un desconocido
en la oscuridad? Es tema de seguridad, no de ayudantes. Lo sentimos! – Nadie se
ha quejado en 2 años. Mejor habláis con el jefe. – Listo!”.
Así lo hicimos. Y hasta ahí llego
nuestro trabajo en el Chescos! Que alivio!
La verdad es que están de buenas
en el Chescos Hostel que no les pase ningún percance. Desde la llegada, dan la
llave de la caja y el manejo del dinero (bastantes dólares) a desconocidos, por
más que tengamos perfiles en el Workaway. Lo de la seguridad en la noche; de 3
noches que pasamos, 2 llamaron en la madrugada. No bajamos, claro está!. Dejar
en manos de ayudantes los desayunos, que dicen mucho de la imagen de un hotel.
Claro varias veces los voluntarios se quedan dormidos y los desayunos sin
preparar.
No nos parecen tareas para ayudantes,
100% encargados de esos temas de responsabilidad!
En cualquier caso, aprendimos
como funciona lo de los hostales “tecnológicos”. Conocimos a un par de clientes,
viajeros peruanos, padre e hijo, que nos animaron la estancia.
El Ronald se portó y nos quedamos
un día más cuestión de preparar una docena de desayunos para un grupo de
Argentinas y sacar un dinerillo. Lo conseguimos, todo salió perfecto. Encima
nos ganamos 40 € limpios en el Chescos! Fue maravilloso y un descanso salir de
Salinas!
Moraleja: no recomendamos hacer
voluntariados en hoteles y negocios de América Latina, por más que tengan
muchas referencias positivas como el Chescos. No pensamos que compensa!
Fue llegar a Montañita, menos de 100 km al norte de Salinas,
y conseguir una agradable habitación de sólo 10$ en un tranquilo y limpio hotel
familiar.
Vacaciones de verdad! Para olvidarnos
del rollo del Chescos, todo un desgaste de energías!
En Montañita hay para todos los
gustos. Es una de las playas tropicales más famosas del Pacífico Sudamericano
(el mar es muy frío en el continente así es que la oferta playera es limitada).
Mochileros, surferos, hippies, artesanos, turistas ecuatorianos. De todo!
Por cierto, a principios de este
año fueron asesinadas 2 chicas argentinas muy jóvenes que habían salido a pasar
su verano austral por el norte del continente. El machismo y la ignorancia de
algunos acabaron con su vida. El “delito” fue viajar solas y querer ver el
mundo.
Y es que Montañita es sinónimo de
fiesta, alcohol y drogas. Pero por fortuna para nosotras llegamos entre semana
y lo que vimos fue la tranquilidad de un pueblito relajado que vive del
turismo.
Lo cierto es que paseando por las
calles de Montañita no te aburres, por allá deambulan muchos personajes
(nosotras incluidas!). Y haces “amigos” en pocos minutos.
Nos re-encontramos con Justo más
moreno, el español que nos llevó en su coche rumbo a Nasca un mes atrás.
Conocimos a un Argentino de 50 y
muchos años, con unas rastas larguísimas y aspecto de “sadu” indio, que lo dejó
todo en su Buenos Aires hace más de 25 años y se echó a la ruta con sus
artesanías, viviendo en la calle si necesario. Hablamos de lo que es el “nivel
de confort”, de lo terribles que pueden ser las miradas y mucho más, como cada
vez que te topas con un Argentino.
También conocimos a un Caleño.
Hay una gran comunidad de Colombianos de “rebusque” (también Argentinos y
Chilenos, pasando por acá arriba el invierno austral). El chico de Cali era
“jalador” de un restaurante. “Buenas tardes, les tenemos menú sabroso, sigan
por favor!”. Y así por cada cliente llevado a comer se ganaba el 10% en
comisión. “Hoy ya llevo 4$, me falta uno y así pago el hotel. Y como la señora
del restaurante me da de comer, pues listo el día!”. Así anda mucha gente jóven
por Montañita.
Por culpa de las palabras
confusas de la gastronomía colombiana, hablando de arepas y huevos pericos
entendió que queríamos “perica” (cocaína) y se puso a recitar toda la oferta de
pastillas para ver pajaritos y demás sustancias. Así nos enteramos de la barato
que es colocarse por estas latitudes. De cómo algunos extranjeros acaban locos
y enganchados! Y con serios problemas!
La gente te conversa en
Montañita, al menos a nosotras. La familia Flores donde nos alojamos, el
muchacho del restaurante La Sazón Guayaca,
todos. Comimos bien por cierto, mucho pescado, sopas, camarones, calamares
(aunque la comida peruana es mucho más rica y acá en Ecuador el menú más barato
ronda los 3-4$ y no los 2$ de Perú, pero sigue siendo barato).
Por cierto que en la terraza del
restaurante conocimos a otro de los personajes de la zona, Mister “Ave María”,
según él un Libanés emigrado de niño a New York, psiquiatra, que triunfó con
nuevos métodos y una mujer local por Ecuador, bien entrado en años (mal
llevados) y de nuevo “soltero” anda afincado por Montañita. Todo esto, según
él, mientras nos comenzaba una especie de psico-análisis personalizado.
Vamos, que pasamos más tiempo por
el pueblo que por la playa, entre la marea fuerte, el océano rugiendo a toda
hora (aunque Ainara se atrevió con el baño de espuma), los cielos nublados y
días frescos.
Sólo un día salió el sol (duró
unas horas) y hasta tuvimos suerte y vimos en el horizonte una ballena, jugando
con su cola. Impresionante. La costa de Ecuador de junio a septiembre es famosa
para el avistamiento de estos enormes animales. Consigues tours en lancha
realmente baratos (desde 10$ en Salinas). Pero no fuimos.
Nuestro paso por Ecuador fue de
encuentros con gentes diversas, aprendiendo de todos ellos.
También en Manta, la gran ciudad
portuaria de la costa ecuatoriana, donde conocimos a Nanny. A pesar de haber perdido su casa y sus 2
peluquerías, con mucho corazón nos ofreció “sofa” en su peluquería provisional
(ella dormía en un refugio, esperando las nuevas casas subsidiadas para
damnificados). En el terrible terremoto de Abril murieron 400 personas en la
ciudad y vimos la zona cero con muchos edificios en ruinas.
Nanny, como decía
en grande en su perfil de Couchsurfing, transgénero y activista LGBTI, una
linda persona que nos contó que la vida no siempre es fácil (por ejemplo, ella
ha alojado muchos viajeros pero nunca fue aceptada como surfer), siempre
positiva como ahora tras el terremoto.
Pasamos ricos momentos con ella al borde
del mar en la noche de Manta! Sólo nos quedamos una noche, no sentimos la
tierra temblar (por fin llevaba 5 días en calma!).
Dejamos la costa de Ecuador,
seca, con unos árboles tipo baobabs, de paisajes anodinos. Al menos lo que
recorrimos. No seguimos más al norte, hacia Esmeraldas, la parte
afro-ecuatoriana, la más dañada por el terremoto.
En efecto, el fin de semana
teníamos que estar en Quito, en una residencia universitaria (que es cuando
daban permiso de visitas).
5 años después, re-encuentro con Quito y con
Natalia, una amiga de Sonia de la época de la universidad en Bogotá. De vuelta a los estudios, con un doctorado
que la ha llevado a Ecuador por unos meses. Y como la universidad es especial y para gente de post-grado, pues la residencia
era como un hotel de “5 estrellas”. Qué suerte la nuestra, gracias! Eso sí, con
control militar: comprueban que los estudiantes hagan sus camas!
Nos reímos, hablamos, fuimos a
unos conciertos gratuitos en un parque, vimos el nevado Cotopaxi desde la
habitación con vistas de Natalia.
Natalia, nos vemos en Bogotá en
octubre!
Así fue como la estancia por la
costa de Ecuador resultó mucho más breve de la idea inicial. Metimos además el
“turbo”: las buenas carreteras de Ecuador lo permiten, los buses son baratos,
con wifi, a 1$ la hora y el doble en la costa. El litro de diesel cuesta poco
más de 0.25$!. Y ya habíamos visitado la Sierra con sus volcanes de norte a sur en el 2011.
Adelantamos ruta para llegar a un
festival afro-colombiano en Cali. Y el 8 del 8 estábamos en la frontera de
Rumichaca, 5 años después de vuelta a la “Tierrita”.
Esta será otra historia… para los
que quieran leer…
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