Crónica de Honduras

Seguimos ruta por Centro-América, de país en país cruzando fronteras del CA-4. Nicaragua, Honduras, El Salvador y ya estamos en Guatemala.
Cada país con sus singularidades. De los 4, sólo Nicaragua se salva de grandes problemas, que son cotidianidad en los países vecinos: inseguridad,  violencia y presencia de maras (sí, las famosas Salvatrucha y M18 actúan no sólo en El Salvador sino también en Honduras y Guatemala).

Si lees los periódicos o si haces caso a la mala fama internacional de esta zona (incluso dicen que es la más violenta del mundo sin guerra), no te animarías a visitar ninguno de estos 3 países. La media de homicidios diarios en el mes de enero 2017 fueron 15 en Guatemala, 11 en Honduras y 8 en El Salvador. Las cosas no parecen ir a mejor en el año recién comenzado.
Pero aquí estamos, recorriendo el “triángulo de la muerte”, los 3 países del norte de Centroamérica.

Si sólo quereis ver nuestro nuevo álbum, este es el link: 


CRONICA DE HONDURAS o CONVERSACIONES CON LOS CATRACHOS

Las dos “chelitas” (así les dicen por acá a las extranjeras,  aunque Sonia no es tan “clarita”) dejaban a mediados de enero la tranquila Nicaragua para entrar en la  temida Honduras.
Las noticias que vienen de este país siempre son malas: homicidios, maras, golpes de estado, las ciudades más peligrosas del mundo. Y poco más se sabe de este país, similar en talla a Nicaragua y algo más poblado, con unos 8 millones de habitantes.

Pasamos la rural frontera de El Espino, muy poco transitada sin casi camiones. A pagar 2$ a la salida de Nicaragua y 3$ de entrada a Honduras. “¿Certificado de Fiebre Amarilla? El policía se sorprendió cuando los mostramos, así que se quedó sin cómo pedir algunos dólares extras. Todo bien, ya estábamos en Honduras.

“Vayan con cuidado en Tegucigalpa y San Pedro Sula, el resto es tranquilo”, nos dijo el viejito que cambiaba Lempiras junto a migración. A los minutos ya íbamos en un viejo bus hacia la calurosa llanura del Golfo de Fonseca con hermosas vistas a los volcanes de Nicaragua y El Salvador entre colinas con inmensas casas (luego nos dirían que eran casas de narcos dispersas en esta zona fronteriza).

Los primeros días en Honduras nos alojamos con gente local gracias una vez más a Couchsurfing, y fue  ideal para tomar contacto con la realidad del país y no tener que deambular por las calles buscando alojamiento.


La primera parada fue con Douglas, en Choluteca, la gran ciudad del sur (bueno, un “pueblo” grande y polvoriento). No le va mal dice, Choluteca es tranquila, siempre le sale trabajito reparando celulares y la tiendita la tiene en la casa que alquila barata. - ¿El agua de la llave se puede beber? - Pero si no hay agua, llega cada dos días, si va bien y por la noche. Pero en el refri hay bolsas, beban!
Con Douglas fuimos aprendiendo muchas cosas de Honduras.

-Y Douglas, ¿has recorrido Honduras, has viajado? –Hace unos años, intenté ir de “mojado” a los Estados. Llegué a México, me fui en la bestia (el famoso tren), atravesé el desierto caminando. Terrible, con unos limones no más, viendo cadáveres, serpientes cascabel, pero llegué. Un mes me costó reponerme en una granja. Y fue salir rumbo a la ciudad y la migra me  capturó. Varios meses en la cárcel hasta que me deportaron. Mi tía que vive en los Estados no pudo avalarme y pagar los 8.000 dólares que pedían para darme asilo (argumentando persecución de maras). Ya me pasó el susto y lo volvería a intentar.

No faltan “mojados” en muchas familias de Honduras y El Salvador (seguro la historia se repetirá en Guatemala), con suerte un pariente ya es ciudadano en los Estados.

Choluteca tiene poco para ver, una plaza con edificios coloniales y calles vacías los fines de semana bajo un sofocante calor. Para refrescarnos, fuimos de paseo familiar el domingo tarde a una garganta rocosa. Íbamos 18 personas en una camioneta, nosotras melena al viento en la caja trasera.

Probamos la sabrosa comida Hondureña, en una calle repleta de puestos abiertos hasta la madrugada. Mucho humo de asado y planchas con mujeres preparando “baleadas”, la especialidad nacional, tortillas de trigo rellenas de queso y puré de fríjoles. Ricos olores, muchos quesos, embutidos, frescas verduras y precios bastante baratos para comer por Honduras.

Conversamos con un amigo de Douglas, estudiante de medicina en Tegucigalpa. Nos contó que la sanidad y la educación  no funcionan. De la corrupción general, de la deriva institucional, de las maras.  La población vive atemorizada en Tegucigalpa y San Pedro Sula sobre todo. - A mí me han atracado un par de veces, cierto es que vivo en un barrio feo y era de noche. Pero no se preocupen, pueden recorrer tranquilas, los buses son seguros.

Al preguntar por las maras la gente coincidía en decir que están en zonas específicas, controlando el menudeo de droga y cobrando el “impuesto”, pero que tienen tal capacidad e influencia que ahora son una organización bien estructurada, abarcan incluso negocios legales, han profesionalizado a muchos miembros como médicos o abogados y se mueven con políticos.  Nada que ver con la época de los 90s cuando iban tatuados y con machetes. Siguen delinquiendo pero ahora más elegantemente y parecen hacer parte del sistema. Así es que no vimos a ningún marero ni tuvimos ningún incidente relacionado con ellos.

Dejamos la estrecha banda del Pacífico de Honduras, manglares, una llanura con criaderos de camarones y huertas solares promovidas por Españoles y pusimos rumbo a Tegucigalpa. Una carretera en obras, con camiones y bordes repletos de basura (verdaderos vertederos!). Tuvimos un pinchazo, eso que la buseta coreana parecía moderna (mejor no mirar el estado de las ruedas), un conductor nervioso, un control policial (un hombre quedó retenido) pero sanas y salvas llegamos a la capital. Menos mal “Jesús nos protege”, y hasta viene escrito en el billete del bus: “Con la Bendición de Dios”. Salvadas!

Junto a un moderno centro comercial nos esperaba Allans. A bordo de un taxi colectivo atravesamos largas avenidas circunvalares repletas de bodegas y franquicias gringas, no cabían más letreros.  Allans vive en una colonia popular (así les dicen a los barrios por Honduras y El Salvador), donde el agua llega cada 3 días (en una capital!). Porque Tegus es eso, colinas repletas de colonias, bastante pobreza y modernos shoppings. 

Poco tiempo compartimos con Allans, pluriempleado, deportista y que tuvo que ausentarse por visita familiar pero nos prestó su mini-apartamento. Mucha hospitalidad por parte de los Catrachos (los Hondureños), gentes lindas que se alegran de ver viajeros por su país.

Un par de horas a paso lento nos llevó la visita del centro de Tegucigalpa. Poco queda de la vieja capital colonial creada al pié de ricas minas. Alguna plaza, personajes de todo tipo, una transitada calle peatonal, mucha policía (como por toda Honduras), ventas callejeras y poco más. No te pierdes mucho si no visitas las ciudades de América Central.


Salimos de Tegucigalpa por una moderna carretera de 4 carriles con peajes que atraviesa el país hasta San Pedro Sula y Puerto Cortés, el mayor puerto del Caribe centroamericano. Camiones y más camiones. Curvas y más curvas, Honduras es un país montañoso, más agraciado paisajísticamente que la media regional .

En la ruta se ven muchos árboles caídos. Han pasado casi 20 años del Huracán Mitch, pero la razón de tanta deforestación es una plaga de gorgojos que está acabando con los ocotes, los pinos centro-americanos. Así es que a talar, ya no hay excusa para proteger.


Llegamos a Comayagua, la antigua capital colonial de Honduras. Una ciudad tranquila con un centro agradable, restaurado con Cooperación Española (no faltan letreros en cuanto hay un centro colonial en Honduras). Varias personas se nos acercaron a “platicar” mientras esperábamos en el parque central. Los Hondureños son muy conversadores y se interesan al ver turistas  (una rareza) para hablar de la actualidad. Como viajeras recorrer Honduras es normal pero otra cosa es vivirla. “Desde el 2009, con el golpe a Zelaya, todo fue a peor. Quiso preguntar al pueblo si deseaba su re-elección (prohibida en la Constitución)  y como el presidente era amigo de Hugo Chávez y crítico con Estados Unidos, pues le dieron un golpe de estado. Y ya verán el presidente actual, él se lanzará a la reelección porque es amigo de los gringos.”

Allan sería nuestro tercer “host”, todos jóvenes en la treintena, solteros sin compromiso pero padres de uno o dos hijos ya crecidos (es muy habitual ser padres a los 15 años!). La tía de Allan aseó la casa porque, cierto es que uno queda muy agradecido que lo acojan, pero estos muchachos hondureños son muy dejados, un desastre (ellos mismos se excusaban antes de pasar la puerta).

Seguimos “platicando” largo. Nos contó que muchos de los problemas de Honduras tienen que ver con la presencia de los gringos en Honduras. “Acá cerca queda Pamerola, una de las mayores bases aéreas de Estados Unidos. Honduras queda en el medio de América, estratégico nuestro país. En los ochenta desde acá controlaban las guerras en Guatemala, Nicaragua y El Salvador. Por la ciudad hay mucho niño de ojos claros, mucha prostitución. Sin hablar del problema de las drogas que se mueven para los Estados, mucho circula por la costa Caribe. Las avionetas aterrizan en medio de la selva, en La Mosquitia, tierra remota entre ríos y sin carreteras. Para los indígenas es más rentable dedicarse a pescar fardos de droga que tiburones. Los políticos son grandes narcos, las maras también andan ahí metidas. Y muchos jóvenes han caído en hacer dinero fácil y cada vez hay más con problemas de adicción. Difícil solución! Y verán ahora, que dicen que han descubierto petróleo y andan los gringos formando una nueva base. Pero no se preocupen, por Tela donde van en el Caribe, todo está bajo control. Acá en Comayagua tampoco hay problemas. Se vive tranquilo”.

Continuamos ruta hacia el norte. Nunca hay que esperar mucho para que pase una  buseta por la carretera, en general se viaja cómodo incluso con aire acondicionado y los precios son correctos (aunque no tan baratos como en Nicaragua y El Salvador).  Los Hondureños siempre muy amables, nos ayudan con los buses, nos conversan.

Seguimos por la “autopista” del país, con modernas y relucientes gasolineras y enormes  paraderos de ruta, con tiendas, restaurantes, souvenirs, hasta piscinas; también mucha  franquicia gringa al atravesar cualquier ciudad pequeña. Llama la atención tanta modernidad y tamaño desmesurado de los negocios en medio de pobres zonas rurales: nos suena más a “lavadero” de dinero… ¡Malpensadas que somos!

Así llegamos al Lago Yojoa, un tranquilo paraje rodeado de empinadas montañas verdes. En la comunidad de Agua Azul nos esperaba una sorpresa.  Se suponía que nuestro host iba a ser Edgar pero la que realmente vivía en el poblado era Basilia, su abuela. “Mi zipote (así les dicen a los jóvenes) lleva 20 años en los Estados. Yo lo crié cuando la mamá lo dejó para irse al norte. Antes de cumplir la mayoría de edad,  la mamá se lo pudo llevar. Quedé sola, mi hija vive a una hora en bus, él me manda “pisto” (dinero). Acá ha hecho una cabañita donde pueden dormir. Me gusta tener compañía, que los viajeros paren acá. Y más ustedes que hablan español, para “platicar”.”

Pasamos unos días en esta comunidad rural con Basilia.  Los hombres van machete en mano, dura vida trabajando el campo, sobre todo cafetales entre colinas.  El agua llega cada 2 días, la basura se acumula, nadie arregla los caminos para que los tuctucs puedan transitar (hay miles de mototaxis estilo asiático en Honduras).

La gente vive al día. Si alguna casa destaca es que hay un miembro en los Estados. Nunca falta el partido de fútbol en la tarde, una pulpería en cada esquina, la “ropa americana” (los Hondureños como los Nicas van vestidos de marca a precio de ganga por ser usada), ni la docena de iglesias y la radio sonando a todo volumen con música religiosa y luego reggaetón. 
“La luz nos llega aunque no pagamos factura, de momento no han puesto contadores.  Las cosas avanzan poco a poco. Cuando yo era chica todo estaba peor. Comenzábamos a trabajar con 8 o 9 años. La vida era más dura y fue cuando llegaron las iglesias y los misioneros de Estados Unidos. Al principio el cura nos decía que eran diablos. Qué barbaridad!” nos dijo Basilia, que a cada rato repetía “qué barbaridad”, al igual que muchos Hondureños.


En efecto no falta oferta de iglesias. Católica, Adventista, Pentecostés, Evangélica, Centro-Americana, los Mormones, los Testigos y tantas más. Siempre hay al menos una en cada poblado. “Mis hijas y yo vamos todos los días por las tardes. Las niñas van a una escuela cristiana aunque les toca madrugar y una hora en bus y tenemos que pagar pero les enseñan por el buen camino. Y mi marido va mejor, está saliendo del problema del alcohol, le está ayudando mucho. Hay que dar gracias a Dios en cada momento!”. Nos decía la joven vecina de Basilia. Y así la mayoría de Hondureños, dirigidos por cualquier pastor en cada movimiento.  

Y es que la vida es bien sencilla. La población sobrevive a punta de tortillas, fríjoles y mantequilla (crema de queso), algún huevo y poco más. Porque en Honduras nunca falta una señora con su balde y sus paños vendiendo tortillas calientes de maíz, es la base de la dieta, son baratísimas (a menos de una lempira, vamos, que compras 25 por 1 dólar). ¿Cómo sacaran beneficio estas sufridas mujeres?

“- ¿Y pescado en el lago? -Cada vez menos y se vende a  los restaurantes. Las tilapias sobre todo son de Aqua-fish, la granja de los gringos en medio del lago. Da trabajo a bastante gente acá. - ¿Y ese muelle? – Privado, es una propiedad enorme, de una familia palestina”. 
Desde hace más de 100 años muchos negocios en Honduras están en manos de familias venidas de aquella parte del mundo. Y tampoco faltan restaurantes chinos, que siempre parecen vacíos.


Pudimos comprobar en persona que los negocios se mueven en Honduras. Basta acercarse por San Pedro Sula, una de las ciudades más peligrosas del mundo. Una enorme llanura fértil, el Valle de Sula, con campos de caña, bananos, maíz, palma, ganado, un moderno aeropuerto internacional (hay 4 internacionales en la pequeña Honduras!) y decenas de fábricas y bodegas nuevas a lo largo de kilómetros sobre las principales carreteras. Todo a un paso del mayor puerto del Caribe. Conjuntos cerrados con casas nuevas en toda la periferia. Y nosotras que nos imaginábamos una zona deprimida y desolada.

Y es que las empresas extranjeras no pagan impuestos en Honduras, consiguen mano de obra barata y los barcos llegan en un día a la costa este de los USA y en un par de horas en avión.

Pasamos de largo por la inmensa y moderna terminal de buses (la segunda más grande de Centro-América después de Ciudad de Panamá), padecimos las colas de los peajes y poco más que contar de SPS, el motor económico de Honduras. 
“Yo antes trabajaba en una maquila, casi todas son de textil, los jefes de Asia nos trataban bien, se gana buen pisto. Pero me tocó dejarlo para cuidar de mis zipotes. Mi marido trabaja en seguridad, es guarda en un camión que reparte pollos”. Ehhh? Sí, los camioncitos de suministro básico van siempre con un hombre armado. No deja de resultar incómodo ver tanto fusil en las calles y comercios. El negocio de la seguridad es enorme en Honduras, mucha arma, salarios bajos. Sin hablar de toda la policía que vimos: municipal, nacional, militar, turística. Nos acabamos acostumbrando! Y los canales de tele y periódicos amarillistas creando perpetuamente alarma y miedo entre la población.


Tocamos la Costa Caribe en Tela, una ciudad tranquila y relajada, en una larga bahía arenosa. Fue el primer sitio donde vimos media docena de extranjeros y algún grupo de jubilados gringos en un resort de playa. Poco ambiente turístico, algo de oferta hotelera por el centro y por fortuna conseguimos un cuarto muy básico pero con terraza, tele y baño por unos 10$.
“Caminen tranquilas por la playa, hasta donde les alcanza la vista. Por acá está todo tranquilo. Pero no anden por senderos traseros, nunca se sabe”, nos dijeron los locales. Costeños muy conversadores,  muchos de ellos trabajaron en la marina mercante o en cruceros durante años, Hondureños ciudadanos del mundo y sus océanos.

Los fines de semana no queda una palmera sin hamaca en la playa de Tela, música a todo volumen y neveritas llenas de cerveza fría (bastante cara, un botellín cuesta casi 1$!). Por cierto que la marca nacional tiene un nombre bien curioso: Salvavidas! Con el grave problema de trago que hay en el país, tanto “bolo” (borracho) y tanto grupo de Alcohólicos Anónimos en cada rincón. Hombres tumbados a pleno sol, caídos en el suelo de tanto beber, por las calles de Tela y de muchos pueblos el domingo por la tarde. Nunca habíamos visto tanto borracho tirado en las aceras hasta que llegamos a Honduras y El Salvador.  


El alcoholismo fue otro de los tantos males que dejó la  United Fruit,  Honduras fue una de las primeras repúblicas bananeras del mundo. Ya hace más de 150 años esta empresa comenzó a adueñarse de la larga Costa Caribe, hizo su ferrocarril, estaciones, comisariatos (tiendas de  abarrotes), poblados, muelles, que luego serían copiados en los países vecinos. Todo en desuso actualmente, las bananeras están ahora hacia San Pedro y el puerto industrial, la United se llama Chiquita y los alrededores de Tela están cubiertos de palma africana.
También adivinamos porque a las tienditas les dicen “pulperías” (porque pulpos no venden) en Costa Rica, Nicaragua y Honduras. Resulta que a la United le decían “Yunai” o “pulpo” porque la empresa controlaba todo con sus tentáculos. Y de ahí el nombre de la tiendita (el suministro de víveres era de ellos en un principio).

En Tela vimos bastante población negra y en las comunidades cercanas es casi el 100% los que descienden de africanos. Poblados de pescadores, con sencillos restaurantes de palma, recolectores de cocos. 
Las llaman Comunidades Garífunas, dicen son mezcla de indígenas y de negros, pero no vimos esta mezcla y lo que percibimos fue que conservan las costumbres de sus ancestros africanos.


No fuimos a comprobar si la costa es realmente “honda” como dijo Colón y de ahí quedó “Honduras”. Ni seguimos más por el Caribe.  La Ceiba es una ciudad demasiado grande, con sus problemas y puerto de salida hacia las Islas de la Bahía, Roatán y Utila, que son recomendadas para el turismo clásico. Pero sólo llegar a las islas es caro (una hora de catamarán supone más de 30$). Nos perdemos uno de los lugares más famosos de Honduras, donde los ricos del mundo tienen casa, paran los cruceros, hay un aeropuerto internacional y te sacas barato el título de submarinismo. Vamos, que cuando interesa el paraíso existe en Honduras.

Nos contentamos con visitar el otro lugar turístico de Honduras, Copán, las ruinas mayas, nuestro primer contacto con la antigua civilización mesoamericana.

A un paso de la frontera con Guatemala, Copán Ruinas es un pueblito encantador y tranquilo, con calles empedradas, limpio, con gentes de rasgos indígenas, dientes plateados o dorados (algo habitual entre los indígenas o clases bajas), hombres vestidos al estilo “tejano”, su mercado.

Bastantes turistas en grupos organizados visitan Copán, casi siempre como ampliación de Guatemala. “Desde el 2010, con el presidente Zelaya, nos pusieron en la lista negra con tantos problemas que tenemos, pues vienen muchos menos turistas. Se nota!”. Para nosotras mucho mejor, ya que  disfrutamos casi a solas del cuidado parque arqueológico. Estelas, montículos piramidales, la escalera de jeroglíficos, templos enterrados,  el juego de pelota. Y los coloridos guacamayos o guaras, preciosos. Disfrutamos del lugar, aunque no visitamos los museos que suponen un desembolso extra (y ya habíamos pagado 15$ cada una sólo por el parque).



Muchas preguntas en el aire sobre las antiguas civilizaciones americanas, que esperamos ir resolviendo en las siguientes visitas al mundo maya. Copán, un lugar importante, en el límite sur de su territorio. Las ruinas y el personaje maya han quedado estampados en el billete de una Lempira (el de menor valor), ya veis que aún perdura el racismo y colonialismo, y vale tan sólo 0.05$, porque en Honduras no circulan monedas.

De Copán pusimos rumbo a Gracias, un pueblo con aire colonial por carreteras bastante descuidadas y con muchos camiones, ya que es un paso internacional hacia El Salvador. Si algún día la arreglan le pondrán peaje y ya. 
Zona limítrofe montañosa donde se cultiva mucho café. El café en Honduras lo venden en bolsitas de una onza, es barato (8 onzas, unos 200g, por 1$) y realmente bueno. Hay cafetales por todas las montañas de Honduras, el cuarto exportador mundial, después de Colombia. No faltan beneficios y tostaderos por todo el país y más en esta zona.


Se nos pasaron rápido las 3 semanas por Honduras. Recordaremos las conversaciones con los Hondureños, como habéis visto les gusta platicar y nos fueron contando las realidades cotidianas, muchas veces a modo de terapia.
Viajar por Honduras fue fácil! Y la verdad, si uno no supiera de los graves problemas de violencia y homicidios, parecería un país más, un país que para su talla pequeña tiene bastantes riquezas naturales. Un país donde el negocio y la industria se mueven. Nunca sentimos nada raro como mochileras. Ya veremos que sorpresas nos esperan en el siguiente  país del “triángulo de la muerte”, El Salvador. Pero las cosas no son tan terribles como las pintan!


Continuará...

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