Crónica de Honduras
Seguimos ruta por Centro-América, de país en país cruzando fronteras
del CA-4. Nicaragua, Honduras, El Salvador y ya estamos en Guatemala.
Cada país con sus singularidades. De los 4, sólo Nicaragua se salva de
grandes problemas, que son cotidianidad en los países vecinos: inseguridad, violencia y presencia de maras (sí, las
famosas Salvatrucha y M18 actúan no sólo en El Salvador sino también en
Honduras y Guatemala).
Pero aquí estamos, recorriendo el “triángulo de la muerte”, los 3
países del norte de Centroamérica.
Si sólo quereis ver nuestro nuevo álbum, este es el link:
CRONICA DE HONDURAS o CONVERSACIONES
CON LOS CATRACHOS
Las dos “chelitas” (así les dicen por acá a las extranjeras, aunque Sonia no es tan “clarita”) dejaban a
mediados de enero la tranquila Nicaragua para entrar en la temida Honduras.
Las noticias que vienen de este país siempre son malas: homicidios,
maras, golpes de estado, las ciudades más peligrosas del mundo. Y poco más se
sabe de este país, similar en talla a Nicaragua y algo más poblado, con unos 8
millones de habitantes.
Pasamos la rural frontera de El Espino, muy poco transitada sin casi camiones.
A pagar 2$ a la salida de Nicaragua y 3$ de entrada a Honduras. “¿Certificado
de Fiebre Amarilla? El policía se sorprendió cuando los mostramos, así que se
quedó sin cómo pedir algunos dólares extras. Todo bien, ya estábamos en
Honduras.
“Vayan con cuidado en Tegucigalpa y San Pedro Sula, el resto es
tranquilo”, nos dijo el viejito que cambiaba Lempiras junto a migración. A los
minutos ya íbamos en un viejo bus hacia la calurosa llanura del Golfo de
Fonseca con hermosas vistas a los volcanes de Nicaragua y El Salvador entre
colinas con inmensas casas (luego nos dirían que eran casas de narcos dispersas
en esta zona fronteriza).
Los primeros días en Honduras nos alojamos con gente local gracias una
vez más a Couchsurfing, y fue ideal para
tomar contacto con la realidad del país y no tener que deambular por las calles
buscando alojamiento.
Con Douglas fuimos aprendiendo muchas cosas de Honduras.
-Y Douglas, ¿has recorrido Honduras, has viajado? –Hace unos años, intenté
ir de “mojado” a los Estados. Llegué a México, me fui en la bestia (el famoso
tren), atravesé el desierto caminando. Terrible, con unos limones no más,
viendo cadáveres, serpientes cascabel, pero llegué. Un mes me costó reponerme
en una granja. Y fue salir rumbo a la ciudad y la migra me capturó. Varios meses en la cárcel hasta que
me deportaron. Mi tía que vive en los Estados no pudo avalarme y pagar los
8.000 dólares que pedían para darme asilo (argumentando persecución de maras). Ya
me pasó el susto y lo volvería a intentar.
No faltan “mojados” en muchas familias de Honduras y El Salvador
(seguro la historia se repetirá en Guatemala), con suerte un pariente ya es ciudadano
en los Estados.
Probamos la sabrosa comida Hondureña, en una calle repleta de puestos
abiertos hasta la madrugada. Mucho humo de asado y planchas con mujeres
preparando “baleadas”, la especialidad nacional, tortillas de trigo rellenas de
queso y puré de fríjoles. Ricos olores, muchos quesos, embutidos, frescas
verduras y precios bastante baratos para comer por Honduras.
Conversamos con un amigo de Douglas, estudiante de medicina en
Tegucigalpa. Nos contó que la sanidad y la educación no funcionan. De la corrupción general, de la
deriva institucional, de las maras. La población
vive atemorizada en Tegucigalpa y San Pedro Sula sobre todo. - A mí me han
atracado un par de veces, cierto es que vivo en un barrio feo y era de noche.
Pero no se preocupen, pueden recorrer tranquilas, los buses son seguros.
Al preguntar por las maras la gente coincidía en decir que están en zonas
específicas, controlando el menudeo de droga y cobrando el “impuesto”, pero que
tienen tal capacidad e influencia que ahora son una organización bien
estructurada, abarcan incluso negocios legales, han profesionalizado a muchos
miembros como médicos o abogados y se mueven con políticos. Nada que ver con la época de los 90s cuando
iban tatuados y con machetes. Siguen delinquiendo pero ahora más elegantemente
y parecen hacer parte del sistema. Así es que no vimos a ningún marero ni tuvimos
ningún incidente relacionado con ellos.
Junto a un moderno centro comercial nos esperaba Allans. A bordo de un
taxi colectivo atravesamos largas avenidas circunvalares repletas de bodegas y
franquicias gringas, no cabían más letreros.
Allans vive en una colonia popular (así les dicen a los barrios por
Honduras y El Salvador), donde el agua llega cada 3 días (en una capital!).
Porque Tegus es eso, colinas repletas de colonias, bastante pobreza y modernos
shoppings.
Un par de horas a paso lento nos llevó la visita del centro de
Tegucigalpa. Poco queda de la vieja capital colonial creada al pié de ricas
minas. Alguna plaza, personajes de todo tipo, una transitada calle peatonal,
mucha policía (como por toda Honduras), ventas callejeras y poco más. No te
pierdes mucho si no visitas las ciudades de América Central.
Salimos de Tegucigalpa por una moderna carretera de 4 carriles con peajes
que atraviesa el país hasta San Pedro Sula y Puerto Cortés, el mayor puerto del
Caribe centroamericano. Camiones y más camiones. Curvas y más curvas, Honduras
es un país montañoso, más agraciado paisajísticamente que la media regional .
En la ruta se ven muchos árboles caídos. Han pasado casi 20 años del
Huracán Mitch, pero la razón de tanta deforestación es una plaga de gorgojos
que está acabando con los ocotes, los pinos centro-americanos. Así es que a
talar, ya no hay excusa para proteger.
Llegamos a Comayagua, la antigua capital colonial de Honduras. Una
ciudad tranquila con un centro agradable, restaurado con Cooperación Española
(no faltan letreros en cuanto hay un centro colonial en Honduras). Varias
personas se nos acercaron a “platicar” mientras esperábamos en el parque
central. Los Hondureños son muy conversadores y se interesan al ver
turistas (una rareza) para hablar de la actualidad.
Como viajeras recorrer Honduras es normal pero otra cosa es vivirla. “Desde el
2009, con el golpe a Zelaya, todo fue a peor. Quiso preguntar al pueblo si
deseaba su re-elección (prohibida en la Constitución) y como el presidente era amigo de Hugo Chávez
y crítico con Estados Unidos, pues le dieron un golpe de estado. Y ya verán el
presidente actual, él se lanzará a la reelección porque es amigo de los gringos.”
Allan sería nuestro tercer “host”, todos jóvenes en la treintena,
solteros sin compromiso pero padres de uno o dos hijos ya crecidos (es muy
habitual ser padres a los 15 años!). La tía de Allan aseó la casa porque,
cierto es que uno queda muy agradecido que lo acojan, pero estos muchachos
hondureños son muy dejados, un desastre (ellos mismos se excusaban antes de
pasar la puerta).
Seguimos “platicando” largo. Nos contó que muchos de los problemas de
Honduras tienen que ver con la presencia de los gringos en Honduras. “Acá cerca
queda Pamerola, una de las mayores bases aéreas de Estados Unidos. Honduras
queda en el medio de América, estratégico nuestro país. En los ochenta desde
acá controlaban las guerras en Guatemala, Nicaragua y El Salvador. Por la
ciudad hay mucho niño de ojos claros, mucha prostitución. Sin hablar del
problema de las drogas que se mueven para los Estados, mucho circula por la
costa Caribe. Las avionetas aterrizan en medio de la selva, en La Mosquitia,
tierra remota entre ríos y sin carreteras. Para los indígenas es más rentable
dedicarse a pescar fardos de droga que tiburones. Los políticos son grandes
narcos, las maras también andan ahí metidas. Y muchos jóvenes han caído en
hacer dinero fácil y cada vez hay más con problemas de adicción. Difícil
solución! Y verán ahora, que dicen que han descubierto petróleo y andan los
gringos formando una nueva base. Pero no se preocupen, por Tela donde van en el
Caribe, todo está bajo control. Acá en Comayagua tampoco hay problemas. Se vive
tranquilo”.
Seguimos por la “autopista” del país, con modernas y relucientes gasolineras
y enormes paraderos de ruta, con
tiendas, restaurantes, souvenirs, hasta piscinas; también mucha franquicia gringa al atravesar cualquier
ciudad pequeña. Llama la atención tanta modernidad y tamaño desmesurado de los
negocios en medio de pobres zonas rurales: nos suena más a “lavadero” de dinero…
¡Malpensadas que somos!
Así llegamos al Lago Yojoa, un tranquilo paraje rodeado de empinadas
montañas verdes. En la comunidad de Agua Azul nos esperaba una sorpresa. Se suponía que nuestro host iba a ser Edgar
pero la que realmente vivía en el poblado era Basilia, su abuela. “Mi zipote (así
les dicen a los jóvenes) lleva 20 años en los Estados. Yo lo crié cuando la
mamá lo dejó para irse al norte. Antes de cumplir la mayoría de edad, la mamá se lo pudo llevar. Quedé sola, mi
hija vive a una hora en bus, él me manda “pisto” (dinero). Acá ha hecho una
cabañita donde pueden dormir. Me gusta tener compañía, que los viajeros paren
acá. Y más ustedes que hablan español, para “platicar”.”
Pasamos unos días en esta comunidad rural con Basilia. Los hombres van machete en mano, dura vida
trabajando el campo, sobre todo cafetales entre colinas. El agua llega cada 2 días, la basura se
acumula, nadie arregla los caminos para que los tuctucs puedan transitar (hay
miles de mototaxis estilo asiático en Honduras).
“La luz nos
llega aunque no pagamos factura, de momento no han puesto contadores. Las cosas avanzan poco a poco. Cuando yo era
chica todo estaba peor. Comenzábamos a trabajar con 8 o 9 años. La vida era más
dura y fue cuando llegaron las iglesias y los misioneros de Estados Unidos. Al
principio el cura nos decía que eran diablos. Qué barbaridad!” nos dijo
Basilia, que a cada rato repetía “qué barbaridad”, al igual que muchos
Hondureños.
En efecto no falta oferta de iglesias. Católica, Adventista,
Pentecostés, Evangélica, Centro-Americana, los Mormones, los Testigos y tantas
más. Siempre hay al menos una en cada poblado. “Mis hijas y yo vamos todos los
días por las tardes. Las niñas van a una escuela cristiana aunque les toca
madrugar y una hora en bus y tenemos que pagar pero les enseñan por el buen
camino. Y mi marido va mejor, está saliendo del problema del alcohol, le está
ayudando mucho. Hay que dar gracias a Dios en cada momento!”. Nos decía la
joven vecina de Basilia. Y así la mayoría de Hondureños, dirigidos por
cualquier pastor en cada movimiento.
Y es que la vida es bien sencilla. La población sobrevive a punta de
tortillas, fríjoles y mantequilla (crema de queso), algún huevo y poco más. Porque
en Honduras nunca falta una señora con su balde y sus paños vendiendo tortillas
calientes de maíz, es la base de la dieta, son baratísimas (a menos de una
lempira, vamos, que compras 25 por 1 dólar). ¿Cómo sacaran beneficio estas
sufridas mujeres?
Desde hace más de 100 años muchos negocios en Honduras están en
manos de familias venidas de aquella parte del mundo. Y tampoco faltan
restaurantes chinos, que siempre parecen vacíos.
Pudimos comprobar en persona que los negocios se mueven en Honduras.
Basta acercarse por San Pedro Sula, una de las ciudades más peligrosas del
mundo. Una enorme llanura fértil, el Valle de Sula, con campos de caña,
bananos, maíz, palma, ganado, un moderno aeropuerto internacional (hay 4
internacionales en la pequeña Honduras!) y decenas de fábricas y bodegas nuevas
a lo largo de kilómetros sobre las principales carreteras. Todo a un paso del
mayor puerto del Caribe. Conjuntos cerrados con casas nuevas en toda la
periferia. Y nosotras que nos imaginábamos una zona deprimida y desolada.
Y es que las empresas extranjeras no pagan impuestos en Honduras,
consiguen mano de obra barata y los barcos llegan en un día a la costa este de
los USA y en un par de horas en avión.
Pasamos de largo por la inmensa y moderna terminal de buses (la
segunda más grande de Centro-América después de Ciudad de Panamá), padecimos
las colas de los peajes y poco más que contar de SPS, el motor económico de
Honduras.
Tocamos la Costa Caribe en Tela, una ciudad tranquila y relajada, en
una larga bahía arenosa. Fue el primer sitio donde vimos media docena de
extranjeros y algún grupo de jubilados gringos en un resort de playa. Poco
ambiente turístico, algo de oferta hotelera por el centro y por fortuna
conseguimos un cuarto muy básico pero con terraza, tele y baño por unos 10$.
“Caminen tranquilas por la playa, hasta donde les alcanza la vista.
Por acá está todo tranquilo. Pero no anden por senderos traseros, nunca se
sabe”, nos dijeron los locales. Costeños muy conversadores, muchos de ellos trabajaron en la marina
mercante o en cruceros durante años, Hondureños ciudadanos del mundo y sus
océanos.
El alcoholismo fue otro de los tantos males que dejó la United Fruit, Honduras fue una de las primeras repúblicas
bananeras del mundo. Ya hace más de 150 años esta empresa comenzó a adueñarse
de la larga Costa Caribe, hizo su ferrocarril, estaciones, comisariatos (tiendas
de abarrotes), poblados, muelles, que
luego serían copiados en los países vecinos. Todo en desuso actualmente, las
bananeras están ahora hacia San Pedro y el puerto industrial, la United se
llama Chiquita y los alrededores de Tela están cubiertos de palma africana.
También adivinamos porque a las tienditas les dicen “pulperías”
(porque pulpos no venden) en Costa Rica, Nicaragua y Honduras. Resulta que a la
United le decían “Yunai” o “pulpo” porque la empresa controlaba todo con sus
tentáculos. Y de ahí el nombre de la tiendita (el suministro de víveres era de
ellos en un principio).
Las llaman Comunidades
Garífunas, dicen son mezcla de indígenas y de negros, pero no vimos esta mezcla
y lo que percibimos fue que conservan las costumbres de sus ancestros
africanos.
No fuimos a comprobar si la costa es realmente “honda” como dijo Colón
y de ahí quedó “Honduras”. Ni seguimos más por el Caribe. La Ceiba es una ciudad demasiado grande, con
sus problemas y puerto de salida hacia las Islas de la Bahía, Roatán y Utila,
que son recomendadas para el turismo clásico. Pero sólo llegar a las islas es
caro (una hora de catamarán supone más de 30$). Nos perdemos uno de los lugares
más famosos de Honduras, donde los ricos del mundo tienen casa, paran los
cruceros, hay un aeropuerto internacional y te sacas barato el título de
submarinismo. Vamos, que cuando interesa el paraíso existe en Honduras.
A un paso de la frontera con Guatemala, Copán Ruinas es un pueblito
encantador y tranquilo, con calles empedradas, limpio, con gentes de rasgos
indígenas, dientes plateados o dorados (algo habitual entre los indígenas o
clases bajas), hombres vestidos al estilo “tejano”, su mercado.
Bastantes turistas en grupos organizados visitan Copán, casi siempre como
ampliación de Guatemala. “Desde el 2010, con el presidente Zelaya, nos pusieron
en la lista negra con tantos problemas que tenemos, pues vienen muchos menos
turistas. Se nota!”. Para nosotras mucho mejor, ya que disfrutamos casi a solas del cuidado parque
arqueológico. Estelas, montículos piramidales, la escalera de jeroglíficos,
templos enterrados, el juego de pelota.
Y los coloridos guacamayos o guaras, preciosos. Disfrutamos del lugar, aunque
no visitamos los museos que suponen un desembolso extra (y ya habíamos pagado
15$ cada una sólo por el parque).
Muchas preguntas en el aire sobre las antiguas civilizaciones
americanas, que esperamos ir resolviendo en las siguientes visitas al mundo
maya. Copán, un lugar importante, en el límite sur de su territorio. Las ruinas
y el personaje maya han quedado estampados en el billete de una Lempira (el de menor
valor), ya veis que aún perdura el racismo y colonialismo, y vale tan sólo 0.05$,
porque en Honduras no circulan monedas.

Zona limítrofe montañosa donde se cultiva mucho café. El café en Honduras lo
venden en bolsitas de una onza, es barato (8 onzas, unos 200g, por 1$) y
realmente bueno. Hay cafetales por todas las montañas de Honduras, el cuarto
exportador mundial, después de Colombia. No faltan beneficios y tostaderos por
todo el país y más en esta zona.
Se nos pasaron rápido las 3 semanas por Honduras. Recordaremos las
conversaciones con los Hondureños, como habéis visto les gusta platicar y nos fueron
contando las realidades cotidianas, muchas veces a modo de terapia.
Viajar por Honduras fue fácil! Y la verdad, si uno no supiera de los
graves problemas de violencia y homicidios, parecería un país más, un país que
para su talla pequeña tiene bastantes riquezas naturales. Un país donde el
negocio y la industria se mueven. Nunca sentimos nada raro como mochileras. Ya
veremos que sorpresas nos esperan en el siguiente país del “triángulo de la muerte”, El
Salvador. Pero las cosas no son tan terribles como las pintan!
Continuará...
Qué bueno es buscar en Google
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