Drakensberg. En las fauces del dragón.
Cuando recorres mundo siempre te
puedes encontrar con situaciones que quedarán en el recuerdo como divertidas aventuras,
pero la experiencia que vivimos en el Drakensberg, es de momento, el peor susto
que nos ha tocado sufrir en estas semanas de viaje por el sur de África.
Al cruzar la frontera de Lesotho de vuelta en Sudáfrica, pasamos por un pequeño parque nacional, el Golden Gate, con bonitos acantilados. Fueron días muy variados recorriendo la región de Kwa-Zulu-Natal o KZN es decir la tierra de los Zúlus o Zululand.
Tuvimos la suerte de que el
mánager, Gerrit, y el chef, François, del hotel del parque están en
Couchsurfing y nos aceptaron en su preciosa casa situada junto al hotel. Un
lujo quedarnos con esta linda pareja, por la tranquilidad del lugar y por las
cenas a las que nos invitaron, couchsurfing de "5 estrellas". Además
el mundo es pequeño y compartimos las dos veladas con una pareja de Cubanos que
trabajan en Sudáfrica desde hace unos años.
Finalizado el descanso, nos
fuimos para el Drakensberg o las "montañas del Dragón", enormes
paredes rocosas que hacen de frontera entre Lesotho y Sudáfrica.
Sonia estaba algo pachucha después
de los vinos ofrecidos por Gerrit y François y se quedó descansando con los
guardas, mientras Ainara subía hacia lo alto del Sentinel, a más de 3.000 m de altitud. Pero el
tiempo es bien caprichoso en estas montañas y en cuestión de minutos el cielo
azul dio paso a las nieblas, truenos, granizo y fuertes lluvias. Como Ainara iba
sola, se volvió a tiempo y la cosa quedó ahí.
Comenzamos a entender el porque los
colonos blancos pusieron este nombre sonoro al lugar, las montañas del dragón
tienen algo que te atrae y te atrapa.
Al día siguiente, nos acercamos al
"Amphitheatre", y pudimos verlo en todo su explendor. Amaneció un día
estupendo después de horas de tormenta la tarde-noche anterior. Unas paredes
rocosas de 5 km
de largo y 1.000 de desnivel, donde queda la Tugela Fall, la
segunda cascada más alta del mundo después del Salto de Angel en Venezuela y
antes de Gocta en Perú. Y como ya habíamos visto las dos anteriores era como un
reto acercarnos a ver la
Tugela.
Así es que preguntamos a un
ranger del parque de Royal-Natal, que es donde se encuentra, sobre el acceso y
las condiciones del camino, porque habíamos leído que no era fácil. Nos dijeron
que "OK", que no había problema, aunque el guarda del párking nos
dijo que al fondo del camino tomáramos la escalera de madera y no la de hierro.
Entre que llegamos al parque, nos
informamos y llegamos al punto de salida, nos dieron las 8:30am y nos esperaban
unas 6 horas de paseo para ver la caída de la segunda cascada del mundo.
Caminando sin sospechar lo que nos esperaba ! |
Un camino perfecto, fácil, sol y
calor. Disfrutando. Al llegar a la zona final, el camino se hace menos
evidente. Hay que cruzar un pequeño río en varias ocasiones. Vemos las
escaleras, ya queda menos. Una de madera, otra de madera y hierro que subimos,
haciendo caso omiso de la recomendación porque a nuestro entender la de madera
llevaba a otra zona. Seguimos trepando una pared vertical, entre raíces de
enormes árboles. Y en esas estábamos, ya cerca de ver la caída de agua, cuando
comienza a tronar y a caer rayos, muy cerca de nosotras, o eso nos pareció por
la acústica impresionante, amplificada, en este anfiteatro.
Truenos maléficos cayendo sobre
los picos rocosos. La tierra temblabla y se vino el diluvio, con granizo y todo.
Y nosotras allá solas, en lo alto de una pared, sin ver la cascada,
aterrorizadas. Entendimos lo que es "cagarse del susto", que
sensación más fea, Ainara notaba dolores en la barriga y a Sonia hasta le
templaron las piernas. El dragón se había despertado! Esperamos, pero lo cosa
no paraba. Así es que nos descalzamos para no patinar y comenzamos a descender
por las raíces convertidas en torrentera. El agua caía por todo lado, el río se
iba creciendo. Caladas, empapadas, cruzamos de vuelta el río, irreconocible,
que había crecido. Y todo esto en cuestión de minutos.
En esta escalera empezó la aventura |
En esas, cuando ya casi estábamos
en la senda fácil, nos encontramos con tres alemanes, que se habían dado la
vuelta. Chof, chef, mojadas hasta los huesos, conseguimos regresar al parking,
pero los truenos casi no nos abandonan en todo el regreso, más de tres horas
tronando y viendo troncos calcinados, negros pero sin echar humo, por lo
que suponemos que se quemaron en alguna
tormenta anterior.
Menos mal en ningún momento
dijimos “que nos parta un rayo” que aquí parece que se puede cumplir. Nos abrazamos,
nos despelotamos íntegramente y una vez secas y sentadas en el Ford Fiesta la
cosa mejoró. Ay, que aventura. Eso sí, Tugela Fall ahora se veía
a kilómetros, el hilo de agua apenas visible hace unas horas, se distinguía
ahora en la lejanía. Ay con los dragones!
Después de esta pesadilla y de la meteo cambiante, se nos fueron las ganas de seguir por otros valles del Drakensberg y adoloridas por el esfuerzo y la tensión nos fuimos hacia la parte norte de KZN, con ganas de días tranquilos.
Así fue y no tuvimos más
sobresaltos por tierras zulús. Esta vez la naturaleza se comportó y la suerte
nos acompañó. Y sobre todo, cero estress y cero riesgos después de escapar de las fauces del dragón.
En Santa Lucía |
La región es una estampa más
africanas del país, con muchas casas dispersas por las miles de colinas,
población prácticamente negra en el interior de las tierras, los Zulus
resistieron al invasor europeo. Aunque no hemos tenido mucho contacto con los
locales, ya que no hemos parado mucho por las ciudades, sin grandes atractivos
y con fama de inseguras.
Fueron km de plantaciones de
pinos y eucaliptos, km de campos de caña de azúcar. Muchas riquezas naturales por
toda Sudáfrica, agrícolas y mineras.
No vimos muchos cocodrilos ni
hipopótamos en las lagunas de Santa Lucia (por los nombres, se nota que estamos
cerca de Mozambique y de la influencia portuguesa). El océano Indico seguía fuerte
y salvaje, entre dunas, así que preferimos
la piscina libre de tiburones (que no de niños saltando).
Fuimos de nuevo de safari, esta
vez por el parque de Imfolozi-Hluhluwe, la reserva más antigua del África,
creada en 1895.
Nos encantó el lugar, colinas,
ríos, y sobre todo muchos animales en los tres días en el parque. Aunque los
predadores se nos resistieron, vimos más de 50 rinocerontes! Gran éxito de la campaña “save the rhino”, persiguiendo
la caza furtiva. Dicen que siguen matando a muchos rinocerontes por su cuerno,
que no es afrodisíaco sino terapéutico en la medicina asiática.
Tuvimos atasco en la pista por un
grupo enorme de elefantes y nos tocó dar media vuelta tras casi una hora de
observación ya que los elefantes seguían comiendo los arbustos al borde de la
vía y no nos atrevimos a cruzar con el coche. Ver estos animales enormes impresiona
y más cuando vas en un Ford Fiesta, que al lado de estos gigantes parece una
lata de sardinas ... Y Ainara no acaba de relajarse al volante a pesar de las
risas de Sonia, cada vez que hay elefantes cerca.
Tuvimos lluvias y sol alternados,
en una temporada de lluvias que parece que se retrasa, por fortuna para
nosotras.
También tuvieron que darse media vuelta ! |
Ya casi olvidada la historia del
Drakensberg, nos fuimos a acampar a la reserva de Ithala, un parque poco
visitado, cerca de Swaziland. La zona de camping queda lejos de todo, en medio
del parque, a 20 km
por pistas del campamento principal, sin vallado de protección, así que
estábamos rodeadas de vida salvaje (había mucha mierda fresca de elefantes). Como
había dos familias de sudafricanos de vacaciones no nos sentirnos tan solas.
Pero la suerte nos acompañó y al
día siguiente fuimos a hablar con el manager ya que estábamos asustadas por la
lluvia, el crecimiento de los ríos y el mal estado de las pistas para nuestro pequeño
coche. Así fue como de lo rústico pasamos al lujo, ya que el manager del parque
nos ofreció sin sobrecoste un chalet en la parte central del parque. Cocina,
tele satelital, bañera, increíble nuestra suerte ... y sin ruidos de elefantes!
De la carpa al chalet ... después de los elefantes!!!
Así se nos pasaron los días por
tierras zulús. Variedad, emociones y sustos, es lo que tiene África, no te
puedes aburrir, puedes pasar rápidamente de las fauces de un dragón a la
compañía nocturna de elefantes.
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