Botswana. El Africa soñada.
Viaje por el Sur y Este de África.
Octubre 2014.
En Botswana empezamos a entender
la magia de África. Volar sobre el Delta del Okavango fue uno de los momentos más
especiales de nuestro viaje de 8 meses por el Sur y el Este de África.
Botswana tiene un delta, inmenso,
salvaje, lleno de animales, inmutado casi a lo largo de los siglos. Al ser un
país seco, plano y sin salida al mar, las fuerzas de la naturaleza hicieron que
las aguas del Okavango, procedentes de las montañas de Angola no tomaran rumbo
a los océanos, sino hacia esta tierra interior quemada por el sol, y así es
como el delta parece un milagro de la naturaleza, para disfrute de animales,
que migran según cambian los niveles del agua.
Volar en avioneta sobre esta
singularidad fue un deleite para nuestros ojos. Brazos de agua, lagunas, verdes
pastos en contraste con tierras secas cuarteadas. Ni una sola presencia humana,
sólo caminos hechos por los pesados elefantes (llegan a pesar más de 5
toneladas), que en Botswana se cuentan por miles (dicen que hay más de 150.000!),
así que fue fácil verlos en manadas, cruzando tierras y aguas, junto con
antílopes y aves.
Además, con el vuelo, todo nos
salió perfecto. Son muchas las tardes eléctricas y tormentosas en este final de
temporada seca, pero nos libramos de ellas. Todo en calma la tarde que volamos.
La piloto (de Nueva Zelanda) muy profesional. Y además conseguimos juntar un
grupo en el camping para compartir gastos, por lo que los 50 minutos de vuelo nos
salió por 100 euros las dos. Todo fue increíble en este Okavango, con sus
animales y su estado salvaje.
El otro plato fuerte en Botswana
fue navegar por el Parque nacional Chobe, cerca de la frontera con Namibia,
Zambia y Zimbabwe. No es una navegación cualquiera sino un “safari-boat” y
encima no muy caro (40 euros las dos por más de 3 horas de paseo en barca).
Deslizándonos sobre unas aguas
quietas, riberas de juncos, islotes con ricas sabanas, no dimos abasto con lo
que vimos y tan de cerca. Manadas de búfalos salvajes, antílopes diversas, aves
raras, perezosos cocodrilos al sol, y sobretodo, familias de hipopótamos
jugando en el agua. Si encima añades el silencio roto por los sonidos de
animales y un atardecer espectacular, viendo el sol como un disco rojo cayendo
por el horizonte, fue el escenario ideal para entender la magia de África.
Si además sumas unos cámpings
especiales, muchos de ellos en hoteles de 3 y 4 estrellas, con todas las
comodidades a precios asequibles (unos 15 euros las dos; menos mal llevamos
nuestra tienda de campaña!), siempre en medio de la naturaleza y la mayoría de
las veces con piscina, vistas sobre el río, baobabs, tranquilidad, una laguna
llena de elefantes, monos, pájaros, no se puede pedir más a un viaje.
Con la comida, ningún problema.
Buena y barata carne comprada en modernos y surtidos supermercados para hacer
“braai” en alguna de las tantas barbacoas, es decir, vida ideal para el
viajero: naturaleza, comodidad y buena comida.
La gente que conocimos, tímida,
respetuosa, sonriente, discreta. Un país seguro donde nos sentimos a gusto. Claro
que no hay tanta gente en Botswana y como turista uno no tiene mucho contacto
local, más allá del personal correctísimo de los alojamientos y los encuentros
en las gasolineras y supermercados.
Botswana tiene una superficie
similar a España pero son unos dos millones de personas y concentradas en
Gaborone, la capital, y Francistown, ciudades a las que no fuimos.
Lo nuestro es la naturaleza, las
ciudades o más bien pueblos son sumatoria de instalaciones gubernamentales
dispersas, supermercados y demás tiendas alrededor de ellos.
Botswana es un país vacío, rural,
con casitas dispersas, tipo chozas circulares, de barro y paja (esto sí es
arquitectura sostenible) y cercados para proteger al ganado, con electricidad y
cada vez más con abastecimiento directo o cercano de agua (continúan metiendo
tuberías paralelas a las carreteras generales, vimos las obras).
País de pastores, es más fácil ver una vaca,
una cabra o un burro por la carretera incluso animales salvajes (vimos elefantes,
antílopes y avestruces) que una persona. La gente camina, camina mucho bajo un
sol abrasador. Pero no faltan coches último modelo y vimos autobuses correctos
que conectan la media docena de ciudades del país.
Se nota cierta bonanza, inversión
pública, y buen poder adquisitivo (los precios en los supermercados no son tan
diferentes a los de Europa!). Las carreteras principales están bien asfaltadas,
vimos nuevos y grandes hospitales.
Y es que Botswana no sólo es el
país de los elefantes, también tienen diamantes. Cuatro minas que cambiaron el
destino del país y que al ser descubiertas con el país ya independizado (en los
años sesenta), no sufrió tantas atrocidades coloniales por culpa de sus
riquezas. Por suerte, los colonos no vieron interés en estas tierras quemadas e
improductivas aparentemente!
La magia y los ritmos pausados de
la vida africana en Botswana nos cautivaron. Lo malo es que es tan fácil viajar
por este país, con tantas comodidades y facilidades para ver animales y
disfrutar de la naturaleza, que nos estamos malacostumbrando !!!!
Comentarios
Publicar un comentario