Crónica por el Centro de México (1).
1. HIDALGO, QUERETARO, SAN LUIS POTOSI.
Vamos a cumplir 4 meses por
México y seguimos felices de ir descubriendo este inmenso e interesante país.
Estas últimas semanas hemos estado recorriendo la parte central, al norte de
Ciudad de México. Buena elección en estos meses lluviosos de verano, son
regiones más secas.
Los primeros días de Julio
abandonábamos la costa Atlántica para subir en un par de horas al altiplano,
por una buena autopista entre túneles y viaductos.
El cambio de paisaje fue
drástico: tierras secas, poca vegetación, valles planos con enormes
cultivos de maíz, sierras. Estamos sobre los 2.000 m.
Comenzamos a ver
nopales enormes y otros cactus, que nos van a acompañar durante semanas.
Llegamos a Pachuca, capital de
Hidalgo (uno de los próceres de la independencia), un estado pequeño. Una
ciudad en crecimiento (medio millón de habitantes). El frío y la
lluvia neblinosa nos reciben en estas tierras altas que parecieron gustar a los
Ingleses hace unos años. Vinieron a instalarse no por el clima
sino por explotar las ricas minas. Ha quedado una especialidad gastronómica,
los “pastes”, unas empanadas horneadas al estilo inglés (en el centro de México vimos menos gente obesa que en la costa). Visitamos un antiguo
pueblo minero, Mineral del Monte, a 3.000m, cubierto de
bosques, muy visitado ya que en 2 horas llegan los Chilangos (los de DF).
Nos quedamos sólo 2 días en
Pachuca, alojadas con una pareja y su abuelita, suficientes para ir
aclimatándonos a las nuevas temperaturas (tras el intenso calor húmedo de la
costa).
En esta zona los precios de los
buses son caros, así es que probamos BlaBlaCar, es decir, compartimos coche,
pagando la mitad del precio del bus. Una ruta llena de cultivos de maíz,
enormes y caras autopistas llenas de tráfico (muchas de las carreteras
mexicanas son de “cuota”), entre pueblos y ciudades. La zona forma parte del extenso
corredor industrial Puebla-Aguas Calientes, más de 600 km, donde se concentran
fábricas, maquilas, cultivos, uno de los grandes motores productivos de México.
En Querétaro, una ciudad de casi
un millón de habitantes, nos quedamos con Silvina en un tranquilo barrio
residencial. Días muy intensos, por la compañía de esta linda
Argentina con años en México (y sus buenos consejos) y porque coincidimos con
unos amigos suyos ese fin de semana. Platicamos largo, ellos andan en temas de
medicina alternativa y daban un taller de Qi Gong (o Chi Kun, si tienes tiempo,
busca online, método increíble!).
Querétaro nos gustó. Su centro
colonial, muy cuidado, entre calles empedradas, un acueducto centenario, plazas
con árboles recortados, decenas de iglesias, todas ellas llenas el domingo, hay
muchos católicos en México. Nos quedamos sin probar los “Pedos de Monja”, la
dulce especialidad local, nos decantamos por las enchiladas Queretanas, unas tortillas
rellenas de queso y cubiertas de salsa (no tan picantes a pesar del nombre),
cada ciudad tiene la suya.
Somos muchos visitantes en
Querétaro, capital Patrimonio Unesco, con riqueza acumulada durante siglos, en
el que fue Camino Real entre minas del norte, en esta Nueva España de la época
colonial ( aún hoy se nota que hay familias que no se han mezclado en 500 años).
Muchos museos, varios gratuitos (allá entrábamos nosotras, claro!),
donde aprendimos que los Vascos ya andaban por esta parte de México siglos
atrás; Iturbide fue el primer regente del México independiente. También
variadas actividades culturales (conciertos o exposiciones, también
gratuitas, más en fin de semana).
Todo muy bien organizado para locales y
visitantes. Aunque también hay mucha gente viviendo en la calle en Querétaro,
protestando ante las autoridades. Parece que algunos vienen subiendo de
Centro-América, otros son campesinos en busca de trabajo.
Continuamos ruta rumbo a Bernal.
Un pueblito muy famoso por su peña rocosa (es el tercer monolito más grande del
mundo) y una coqueta plaza llena de puestos de artesanías y de “gorditas” (una
masa de maíz rellena, que recuerda algo a las arepas colombianas). Subimos a la
peña con cientos de Mexicanos y Chicanos (los Mexicanos que viven en los USA,
es época de vacaciones), muchos con un vaso de cerveza o michelada en la mano (vaya
doping!).
Las vistas de lo alto justificaban el esfuerzo. Al frente una fértil
llanura, con inmensos invernaderos (Canadienses) y viñedos. En los últimos
años han abierto varias bodegas, muchas de cava, como las de la española
Freixenet. Organizan visitas, festivales de vendimia y lo que haga falta
para atraer a visitantes. En la trasera, tierras rocosas y vacías, que nos
llevaran hacia la Sierra Gorda de Querétaro.
Para allá continuamos, por una carretera
panorámica que iba cambiando de clima y paisaje cada pocos kilómetros: del
desierto con cactus a zonas rocosas con minas (muchas ilegales de mercurio),
subiendo a bosques con pinos cubiertos de niebla para finalmente bajar a la
tropical Jalpan de Serra.
La Sierra Gorda es una Reserva de
la Biosfera, tierras de colinas verdes y valles bastante despoblados, donde mana
agua, que vive a un ritmo remoto y campesino, aún quedan comunidades que han
conservado sus tradiciones. Los Franciscanos, con Fray Junípero de Serra, un Mallorquín,
establecieron misiones por la sierra, iniciando una red por todo el norte de
México que los llevaría hasta California (Los Ángeles y San Francisco).
Carlos, uno de los amigos de
Silvina, vive en Jalpan y tuvimos la suerte que nos llevó a conocer pueblos y
ríos cercanos, nos presentó a amigos, nos llevó a probar fríjoles, tortillas
hechas a mano y queso en salsa, cocinados a la leña.
Y tuvimos interesantes
pláticas con Norma y su familia que nos recibieron en el pueblo y hasta nos
llevaron a ver su finca con frutales y huerta. Días felices y tranquilos, bien
acompañadas por la Sierre Gorda.
Nos libramos de las fuertes
lluvias que nos precedieron, los ríos bajaban crecidos. Pudimos ver algunas
cascadas en su máximo caudal, aunque muchas de la Huasteca Potosina, nuestro
siguiente destino, estaban cerradas por el peligro de la corriente.
Por toda esta zona rural, vimos
muchos carros con matrícula de USA (mayoritariamente de Texas). “Casi todas las
familias tienen a alguien del otro lado, es una de las zonas de México con gran
migración. Traen carros, más baratos. Cambiar las placas supone unos 20.000
Pesos (1.000 US$) pues así quedan. Acá con la policía corrupta nos arreglamos.
Orale!”.
Como esta, miles de historias de
los migrantes mexicanos. No dejó de sorprendernos en la terminal de Ciudad
Valles (un “pueblo” que ha crecido hasta los 200.000 habitantes), en plena
Huasteca, buses destino a Dallas, Houston (a unos 1.000 km) y hasta Chicago!
La Huasteca Potosina está de moda
entre Mexicanos, atraídos por la tranquilidad de la zona (ajena a problemas de
narcos, de momento), su clima tropical, las muchas cascadas y balnearios y la
gran publicidad en los últimos años. Todo surgió por Las Pozas, un jardín
surrealista diseñado por un inglés, James Edward, que si se hubiera llamado
“Jaime Eduardo” y Mexicano, nadie se hubiera fijado en sus estructuras de
hormigón. Simplemente paseamos por la zona, negándonos a hacer la cola
multitudinaria. Son vacaciones de verano en México y se nota en lugares
turísticos.
Como muchos balnearios estaban cerrados por las fuertes
lluvias, nos libramos de las familias, los niños con flotadores, los chalecos
salvavidas (muchos mexicanos le tienen miedo al agua). Nos conformamos con ir a
alguna cascada, impresionante de agua, y nos tocó pedir ride (o aventón que le
dicen en estas tierras) con campesinos ya que sólo hay un bus al día y en la
tarde, por estas comunidades que viven de la caña de azúcar.
De recuerdo de la Huasteca,
Ainara se llevó un “huevo” en la nalga. Sí, algún bicho le picó y tras más de
un mes, una consulta al centro de salud (son gratis en México!), antibiótico,
molestias, los drenajes de Sonia, etc. va desapareciendo. Todo está muy vivo
por este país, muy tóxico todo, en tierra y mar! Aún seguimos con alguna
picazón del Caribe!
Fueron también días de descanso
en Ciudad Valles, por el calor, de largas conversaciones con Claudia (nuestra
host) y su familia. Nos invitaron a un desayuno típico, probando también el
Zacahuil, un tamal de varios kilos, herencia de los Huastecos o
Teenek, originarios de estas tierras (quedan pocos).
Regresamos al altiplano, pasando
de los verdes campos de caña a la sierra seca de San Luís Potosí. Otra capital camino
del millón de habitantes y mucha nueva industria. Había mineral para saquear y los
Españoles pensaron haber encontrado otro Potosí como el de Bolivia, pero no. México
tiene muchas minas pero no son los Andes. Es cierto que este estado sigue
siendo minero hasta la fecha.
San Luís tiene un centro
histórico bueno para pasear, con muchos andadores peatonales, plazas cada una
con una iglesia o monasterio, pero pocos museos gratuitos (ya nos
malacostumbramos). Edificios pesados de piedra con poca armonía. Una ciudad
tranquila.
Próxima parada al norte del
estado de SLP (como lo abrevian) en plena sierra minera. Será lo más al norte
que lleguemos por tierra en México. Porque si miras un mapa verás cómo el país
se va ensanchando, vaciando de gente, desertificando, los USA están cada vez
más cerca y la frontera no suena como lugar a visitar, no es tan padre, ¿verdad Donald?
Os dejamos con el album de fotosCentro 1.
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